martes, septiembre 13, 2005

Una laptop para cada niño...




Tailandia declaró que su objetivo será que cada chico tenga su PC portátil con acceso a internet de banda ancha. América Latina se retrasa en la carrera por el conocimiento


Hace tres semanas el rey de Tailandia, en ceremonia especial, declaró a Tailandia como el primer país del mundo donde el estándar o patrón de medida de “Una Computadora Portátil (Laptop) por Cada Niño” sería aplicado oficialmente.

La ocasión fue la presentación ante su reino del proyecto “El Computador Portátil de Cien Dólares” que Nicholas Negroponte, director de Media Lab del MIT le hizo ese mismo día. El rey, en un acto de sabiduría digno de recordatorio casi bíblico, captó inmediatamente en su profunda magnitud lo que este proyecto puede significar en materia de desarrollo de su país y por ende de los países del mundo en desarrollo.

Lo plasmó allí mismo en política de Estado. Pero lo que a primera vista podría parecer algo trivial, o inclusive iluso, en un país donde la pobreza es altísima, un país apenas en vías de desarrollo y no industrializado, tiene mucho más de ancho y de largo.

Para comenzar, reconoce y aplica el rey la vieja pero pocas veces usada técnica de utilizar símbolos para mover las masas y para galvanizar la conciencia y la energía creativa de una sociedad.

En épocas modernas, Irlanda e Israel entendieron que supervivencia y futuro bienestar consistían en desarrollar las mentes de sus niños de tal manera que su fortaleza intelectual y creativa les produjera al final de una generación la creación de la riqueza económica necesaria para sacarlos del dilema existencial que cada una de estas dos naciones tenía en su momento.

En el caso de Israel, su nacimiento y subsistencia en un entorno francamente hostil, dentro de una zona geográfica donde el choque religioso cargado de fanatismos inimaginables ponía a prueba hasta lo más hondo sus fibras sociales, culturales e históricas, para no hablar de la vida misma de sus gentes. En Irlanda, una guerra fratricida igualmente acentuada por el tema religioso, tenía sumida a esta nación en una pobreza y atraso en relación con el resto de Europa que la hacían aparecer como una nación tercermundista.

Irlanda. En menos de una generación y con una política de educar a todos sus niños sobre la base de incentivos tributarios, motivaciones múltiples y cero costo para la educación, pero exigiendo resultados, produjo el milagro de convertir a Irlanda en el segundo país en ingreso per cápita de Europa en menos de veinte años y en el de más alto en inversión extranjera permanente en alta tecnología de todo Europa. Claro está: cuenta hoy con una población altamente educada, lista para crear riqueza.

Nuestra cultura latinoamericana arrastra una tara colonial que, para ser benigno diríamos que sin quererlo, mantuvo a las grandes masas de la población ignorantes como manera práctica de gobernarlas. Esto suena a herejía, pero constituye un “secreto a voces” que no vale la pena profundizar aquí.

Países africanos y asiáticos comparten con nosotros esta herencia funesta y no necesariamente producida por nuestra Madre Patria. Todos los países de Europa practicaron esta triste página colonialista de la historia de la humanidad.

Pero a diferencia de nosotros, países como Corea del Sur, Singapur, y ahora China e India, se dieron cuenta de esta trampa y tomaron medidas correctivas para encauzar sus países por un sendero de creación de riqueza y de crecimiento socioeconómico sin precedentes en los tiempos modernos.

En todos, el denominador común es el de la creación de valor agregado sobre la base de propiedad intelectual, léase, inventos patentables que produzcan riqueza. Aun en China, donde la primera fase de este despegue fenomenal ha sido el manufacturero de bajo costo, el que le dio el startaso inicial, se ha volcado últimamente hacia el tema de invención y de alta tecnología como única manera de poder sostener su ritmo de crecimiento de 9% anual que trae durante los últimos veinte años.

¿Cómo pueden países como los nuestros defenderse de la posible amenaza china e india y aprovecharse de este nuevo rumbo? Es aquí donde encaja el simbolismo del rey de Tailandia. Nuestros países deben adoptar la política “Un Computador Portátil por Cada Niño”. Pero, obviamente, un computador por cada niño, de por sí, no resuelve el problema.

Son necesarios tres elementos para que este símbolo pueda materializarse. El primero, que sea accesible económicamente. De ahí, el precio: tiene que estar por debajo de los cien dólares. Segundo, debe poder conectarse al Internet de alta velocidad y banda ancha. Es más: tiene que conectarse. De lo contrario la ecuación tecnológica de infraestructura queda coja. Finalmente, debe estar complementado con la aplicación de una filosofía educativa que le ayude al niño a sacar partido de esa relación niño-máquina, ese pequeño universo donde el niño es el amo y señor, lo que hace que su concentración en el tiempo, la huella de su memoria y el interés, produzcan una rata de comprensión y aprendizaje muchísimo más grande que con métodos convencionales. Lo que se llama hoy en día “aprender-haciendo”.

Hace parte esto del Proyecto Educación por la Paz (ExP) que viene fomentando el Media Lab del MIT actualmente.

Estamos en el umbral de un cambio radical en la composición de las riquezas de las naciones del orbe. Corremos el grave peligro de convertirnos en países africanizados si no acometemos una política educativa de brochazos gordos, de cambio de paradigma, de lograr que los niños de América latina, pobres y ricos, urbanos y rurales, hagan parte del mundo productivo global.

La tecnología moderna nos ofrece esa posibilidad. No la volvamos a desaprovechar por tercera vez en la región. Eso equivaldría a “poncharnos” en el béisbol del desarrollo. Algo que nuestros hijos jamás nos perdonarían.

Rodrigo Arboleda

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